Tras seis años de trabajos en los que participó un auténtico ejército de artesanos, todo estaba a punto para que el emperador Tito ocupase su lugar, en la tribuna imperial. Corría el año 80 d.C y Roma estaba atestada de visitantes llegados desde todos los rincones del imperio para asistir a la inauguración del Coliseo, construido bajo la dinastía de los Flavios, fundada por el emperador Vespasiano, padre de Tito. Durante los 100 días siguientes la multitud allí congregada disfrutó de una verdadera orgía de sangre, producida por el sacrificio de numerosos animales y hombres.
El edificio es hoy una de las más impresionantes ruinas romanas. Su gigantesco anfiteatro (190 x 155 m) adopta su nombre de la palabra latina colosseus (colosal), pero no en alusión a su tamaño sino al hecho de haber sido construido junto a una colosal estatua del emperador Nerón. El proyecto fue concebido por Vespasiano, que reconstruyó gran parte de la ciudad tras el caos provocado por Nerón (6979). Para ello eligió el centro de la ciudad, donde Nerón había construido una mansión junto a un lago artificial.
En primer lugar se vació el lago en las aguas del Tíber. Los cimientos de hormigón se introdujeron a 5.5 m de profundidad en el lecho del río, cubierto con una capa de gravilla. A continuación se levantaron 80 paredes de hormigón para construir el perímetro del óvalo que rodea la pista; las paredes soportaban el peso de las gradas de mármol, que alcanzaban una altura de 48 m. Para la construcción de las paredes se empleó un tipo de caliza blanca o de color claro extraída en las canteras de los alrededores de Roma.
¿Cojines de seda y fuentes perfumadas?
El Coliseo se construyó con una cantidad de piedra y argamasa equivalente a la de tres catedrales medievales: 750,000 toneladas de piedra tallada, 8,000 toneladas de mármol y 6,000 toneladas de hormigón. No se pasó por alto ni un detalle en lo que a comodidad se refiere. Se colocaron en las gradas toldos y cojines de seda y, según cuenta el poeta Calpurnio, de las fuentes manaba agua perfumada.
En la arena del Coliseo romano se celebraron todo tipo de juegos durante 400 años. Entre los espectáculos favoritos del público figuraban las luchas de gladiadores, un combate a muerte entre hombres o entre hombres y bestias salvajes. La mayoría de los gladiadores eran esclavos, criminales o prisioneros de guerra, aunque también había profesionales. Los juegos congregaban inmensas multitudes, pero su popularidad comenzó a declinar durante el reinado de Constantino (32437). Los últimos combates de gladiadores se celebraron en el año 404.